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III – Calgary y las Rocosas

Etapa III

Calgary y Las Rocosas

Etapa III – Calgary y Las Rocosas 

 

Calgary

Mientras volamos, atravesamos las provincias de Ontario, Manitoba y Saskatchewan. Estas dos últimas provincias son unas grandes praderas casi sin desniveles, campos de cultivo perfectamente alineados y trazados con escuadra y cartabón. El paisaje cambió al entrar en la provincia de Alberta y divisar Calgary, otra ciudad enormemente extendida. Tardamos mucho en llegar a casa de Roberto y Jasmine.
Ambos eran veterinarios. Hablamos mucho con ellos la primera noche. Nos sirvieron unas copas de vino y cenamos solos ya que ellos, como es natural por aquí, ya lo habían hecho hacía rato.

Calgary
Calgary

Roberto tenía una regla con todos sus invitados. Esta regla era ni más ni menos que hacer auténticas arepas venezolanas para desayunar. Claro está, no pudimos rechazar la golosa invitación. Durante dos días vagamos por una ciudad que parecía haber perdido a la mayoría de sus habitantes. Por sus calles apenas transitaba nadie. Una de las zonas más agradables para pasear era la ribera del río Bow, que contaba con una vereda para peatones y para bicicletas, por el que se llega hasta el puente de la Paz.


Hacía frío pero brillaba el sol y a lo lejos llegaba la musiquilla de un acordeón que endulzaba el aire. Más allá el viento traía los lejanos gritos de un predicador que defendía la gracia de Dios. Un sin techo se paseaba tranquilamente sin camiseta. Calgary está pensada para el frío y es por eso que cuenta con lo que llaman «+15», un sistema de pasillos acristalados elevados que conectan gran parte de los edificios del centro, por lo que se puede ir por casi todo el downtown sin pisar la calle y sin pasar frío.

Peace Bridge, Calgary
Peace Bridge, Calgary

Al día siguiente nos íbamos hacia la montaña, a los parques naturales que se encuentran en esta zona. Sólo visitaríamos, por razones de mal estado de las carreteras por nieve, el de Banff, probablemente el más conocido, aunque están también el de Jasper, Yoho y Kootenay.

Canmore

La primera parada era Canmore, una pequeña villa a unos cien kilómetros de Calgary por la carretera transcanadiense. Esta carretera une las diez provincias del país y es la tercera más larga del mundo con unos siete mil ochocientos kilómetros.

Grassi Lakes, Canmore
Grassi Lakes, Canmore

Acabábamos de cambiar al horario de invierno un par de días antes, por lo que empezaba a anochecer a eso de las cinco y pico de la tarde. Nos acomodamos en el Mountain View Inn, un hotelito a la entrada de la ciudad que, sin tirar cohetes, no estaba mal. Habitación amplia, limpio y parking gratis para el coche, todo lo que necesitábamos. Fuimos a dar un paseo andando al pueblo y descubrimos que en estas latitudes la abundancia de ardillas en las ciudades había menguado pero aparecían conejos por las aceras, que se dedicaban a mordisquear todo aquello que los transeúntes habían podido dejar caer durante el día.

La villa de Canmore es la típica villa de montaña, pensada para montañeros y para deportes de invierno. Apenas tenía una calle principal donde se arremolinaban todos los comercios.

Grassi Lakes II, Canmore
Grassi Lakes II, Canmore

Al día siguiente llegamos casi los primeros al camino de los Grassi Lakes. Eran alrededor de las nueve de la mañana. El camino comenzaba desde el mismo aparcamiento, estaba nevado pero aún asomaban piedras y tierra en muchas zonas, lo que no lo hacía especialmente resbaladizo, excepto en las zonas más sombrías. Los altos pinos flanqueaban a ambos lados del sendero. Para mi decepción, no vimos ningún oso, ni lobos, solo curiosas ardillas saltarinas que se acercaban a ver quienes éramos esos bipedos que pasábamos por allí. Fue un paseo agradable de unos cuarenta minutos cada trayecto, y lo mejor es que estábamos solos. Los dos lagos Grassi son pequeños comparados con otros, pero tienen un color azul casi celeste en unas partes y verde esmeralda en otros. Las orillas estaban llenas de nieve y carámbanos de hielo colgaban de los árboles muertos que habían tenido la desgracia de caer en las frías aguas. Aguas azules, turquesas y verdes reflejando los rectos pinares y las paredes de las montañas circundantes.
De vez en cuando, se veían huellas en la nieve, las cuales en mi interior deseaba que fuesen de oso, o al menos de lobo, y no de la mascota de algún que otro excursionista.

Lake Louise I, Banff NP
Lake Louise I, Banff NP

Lake Louise

Nos dirigimos en coche hacia Lake Louise a la tarde, otra minúscula villa a unos setenta kilómetros de nuevo por la transcanadiense, pero antes recogimos a Sujan, un nepalí que compartiría coche con nosotros. Sujan nos contó que había conseguido un visado de trabajo y vino directamente desde Kathmandu hasta Canmore, donde llevaba ya un año y medio trabajando en un restaurante.

Al poco estábamos en el pueblo de Lake Louise. Pueblo por llamar de alguna manera a tres calles con varias tiendas, varios hoteles y una gasolinera. Nuestro hotel era el Mountaineer Lodge. El edificio principal era como una gran cabaña de madera, donde se encontraba la recepción, la piscina, la sauna de vapor (que para mi decepción no funcionaba) y unas veinte o treinta habitaciones distribuidas en dos pisos. En frente, al otro lado del parking, se encontraba otro edificio similar con más habitaciones, lavandería y la sala de desayunos. La habitación era amplia, limpia y con un gran ventanal que daba al bosque nevado.

Lake Louise II, Banff NP
Lake Louise II, Banff NP

Como aún había unas horas de luz decidimos aprovechar, cogimos el coche de nuevo por la carretera nevada y seis kilómetros después aparecía ante nuestros ojos el maravilloso Lago Louise.
El lago sorprende al visitante tras andar unos cien metros desde el aparcamiento. Desde la misma entrada se tiene una magnífica panorámica del lugar que deja al turista sin aliento.

Sus aguas, comparten color con otros lagos de la zona, distintos tonos de azules y verdes, que en esta estación se mezclan con los blancos de la nieve, que están en los aŕboles y en los senderos que rodean el lago. Como telón de fondo está el Monte Victoria y el glaciar Victoria (me pregunto cuántas ciudades, islas, montañas, ríos, lagos, bahías, etc. son nombradas con el nombre de la Reina de Inglaterra en todo el mundo). Una finísima y suave nevada comenzó a acariciarnos las rojas mejillas cuando paseábamos alrededor del lago haciendo infinidad de fotos.

Lower Falls, Johnston Canyon
Lower Falls, Johnston Canyon

A la mañana siguiente nos dirigimos al cañón Johnston. El sendero estaba bastante nevado y algo resbaladizo. Otros turistas, como nosotros, sufrían las consecuencias del desconocimiento al no llevar crampones en las botas. Los vecinos de la zona nos adelantaban a gran velocidad con su calzado preparado para la estación, con clavos y bastones de nieve. Mientras pasaban saludaban alegremente y esbozaban una amable sonrisa.
El cañón era un sendero bien preparado, a veces con barandilla y con suelo que volaba sobre el vacío anclado a la pared de la montaña. Iba subiendo paralelo al curso del agua, que bajaba helada y tenía ya sus orillas bien congeladas. Se encuentran allí dos cataratas, las lower son las primeras que uno ve cuando ha caminado más o menos un kilómetro y medio. Estaban casi congeladas en su totalidad aunque el agua aún podía fluir por encima y por debajo del hielo. Las upper se encuentran otro kilómetro más arriba, donde el camino se pone muy resbaladizo y donde hay momentos de tensión, sobre todo cuando se está descendiendo y ve que empieza a resbalar y no puede parar. Estas cataratas son más grandes y mostraban magníficos carámbanos en las paredes circundantes que el agua mojaba al pegar el salto.

Lake Minnewanka I, Banff NP
Lake Minnewanka I, Banff NP

Banff

Tras completar con honor y sin caídas el camino del cañón, nos dirigimos al lago Minnewanka. Un inmenso lago similar al lago Louise. Este lago también está rodeado de montañas, pinos verdes y cimas nevadas que se reflejan en sus azules aguas, y cuenta con unos merenderos y un restaurante que en esta época se encontraba cerrado. Hicimos las fotografías de rigor y comimos en un banquito mirando al lago antes de ir al pueblo de Banff, principal centro de operaciones de la zona y que da nombre al parque nacional donde nos encontrábamos.

Nos alojamos esta vez en el Banff International Hostel. Nuestra habitación era una doble privada con baño, por lo que no compartíamos espacio con nadie. Teníamos una cama grande y una litera que nos sobraba, además de un baño decente con bañera. En el edificio central había una cocina profesional para el uso de los huéspedes, un saloncito con un piano y una sala con juegos de mesa. Dimos por la tarde un paseo por el pueblo, seguía el modelo de pueblecito de montaña. Se parecía a Canmore pero más grande y con algo más de vida humana.

Vermillion Lakes I, Banff
Vermillion Lakes I, Banff

Al día siguiente nos dirigimos primero a los Vermillion Lakes, unos lagos situados muy cerca de la entrada del pueblo de Banff. Los lagos estaban ya casi congelados, unos hierbajos secos asomaban saliendo del hielo. A lo lejos nos pareció ver un lobo, o quizás un perro, o quizás una cabra, la verdad es que nunca lo sabremos. Hacía sol y un par de personas como nosotros habían elegido estos lagos para tomar el sol y el café de la mañana.

Luego, nos dirigimos al Marsh loop, un recorrido circular por un sendero nevado que se encontraba al otro lado de los primeros lagos. El camino rodeaba un tercer lago, algo más pequeño que los anteriores. La vuelta completa nos llevaría una hora y media aproximadamente, donde nos adentrabamos en el silencio del bosque. Sólo escuchábamos como nuestros pies asentaban la nieve con nuestro peso. De vez en cuando cruzábamos algún puente de madera que crujía y bajo el cual corría un arroyo de agua que aún no se había congelado.

Marsh Loop, Banff NP
Marsh Loop, Banff NP

Después fuimos a las cataratas Bow. Era una pequeña caída de agua pero en vez de vertical digamos que en diagonal, ya que pasaba por encima de un montón de rocas que parecían haberse derrumbado ordenadamente. A la orilla de la cascada había ya placas de hielo bien grandes en las cuales uno podía pisar y sentirse encima del agua del río.
Dimos un último paseo por el centro de Banff cuando estaba ya cayendo el sol. El punto divertido de la tarde fue cuando un uapití desubicado esperaba en una acera junto a un señor a que un semáforo cambiase a luz verde para cruzar. El cérvido cruzó la calle tranquilamente ante la asombrada mirada de turistas y el pasotismo absoluto de los que debían ser los vecinos del pueblo, que seguían con su camino como si nada.

Alrededores de Banff
Alrededores de Banff

Volvimos a Calgary. Esta noche la pasaríamos en casa de Selynne, una chica de veintinueve años muy agradable que vivía algo más cerca del centro que nuestros anteriores anfitriones. Nos sacó por la noche con sus amigos a jugar al billar y a tomar hamburguesas con cervezas, pero tal y como le pedimos, volvimos pronto a casa ya que madrugaríamos para ir a coger el autobús hacia Vancouver.

Estar tumbado en el salón de una chica que hasta hace unas horas era una completa desconocida me hace ver que aún hay gente hay gente dispuesta a ayudar a los demás a cumplir sus sueños sin esperar nada a cambio.

 

 

Continuará…

1 comentario en «III – Calgary y las Rocosas»

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